Las enseñanzas de la vida

Desde que soy madre intento pensar o mejor dicho recordar, como viví algunas cosas en mi infancia, como aprendí alguno de los conocimientos que hoy tengo o sencillamente como mis padres actuaron ante mis dudas, preguntas, actos y fechorías.

El complicado explicar cómo intentas entender algunas, como digieres otras o sencillamente que bien comprendes algunas ahora. Pero quizás la que más curiosidad me ha surgido estos días es mi habilidad por los fogones. Y todo ha surgido a raíz de una pregunta de mi querido hijo mayor ¿Ama cuando aprendiste a cocinar?

De repente me he dado cuenta con el paso de los años que la gente da por hecho que mi madre me enseñó a cocinar, y aunque en cierta manera lo hizo así como mi padre, no fue un aprendizaje al uso.  Fue la vida, las circunstancias y mis ojos. Es más, recuerdo haber descubierto en cierta manera mi pequeño don a los 17 cuando mi tía llamó a mis padres y les dijo “La niña cocina que te mueres”. Por aquella época me había ido a Granada para estudiar la carrera, mi tía llegaba tarde a casa después de trabajar y los días que yo llegaba antes me daba por guisar.

Cuando alguien me pregunta ¿Cómo sé cómo se limpian chipirones? ¿Cómo se abre un besugo para servir? Cuanto tiempo tiene que estar un rodaballo en el horno, o cuáles son los cubiertos de pescado…solo puedo pensar en las horas que he pasado en una cocina, dibujando, haciendo deberes, cenando o sencillamente a partir de cierta edad, ayudando.

He visto cortar cientos de piezas de solomillos y chuletas, he visto  merluzas, besugos y rodaballos limpiados a la perfección. He estado haciendo divisiones mientras mi madre hacía sus propias matemáticas repartiendo un revuelto de angulas. He visto a mi padre limpiar hongos en temporada o preparar la cebolla pochada para susas, mientras yo le preguntaba sobre física. He estado negociando con mi madre mi salida nocturna de adolescente, mientras ella preparaba masa de hojaldre, de galleta y quebrada.  He seguido negociando con mi padre salir esa noche (PORQUE obvio, mi madre no me había dejado) mientras me decía que no y me pedía que pesara una ración de almejas. Y cuando volvía de esa salida nocturna he recogido manteles, secado cubertería o colocados copas mientras mis ojos archivaban todo.

Hace años cuando cerraron definitivamente el restaurante, mucha gente me preguntó porqué  no has….porqué es complicado, porque es un mundo complejo y más duro que un Masterchef con jueces bordes. Porque la cocina, cuando es propia y es tú negocio, es una entrega incondicional, una cárcel con buen olor y sabor pero muchas veces con cadena perpetua.  Pero lo que nadie supo hace cuatro años que con su cierre,  es que se terminaba mi escuela y mi aprendizaje. Porque según me hice adulta y ya no vivía en  esa cocina, es cuanto más quise preguntar e investigar. Entonces yo  ya cocinaba y volver a casa y verles en acción era sumar a mi fase de práctica real.

No diré que mis recuerdos de la infancia se fueron con el cierre del Ugaran(post hormonado), porque por suerte aún está esa mesa larga de metal, esos fogones, las mesas y el comedor, pero a veces pienso que el día que eso desaparezca con ello se irá parte de mi vida. Pero me habrá dejado algo muy valioso, mi pasión y devoción por la gastronomía.

Y no sé cómo he terminado escribiendo este post, donde quería decir que a veces tengo  la sensación que hay enseñanzas y aprendizajes que damos a nuestros hijos con la rutina diaria, y la mía es con un teclado y una pantalla y claro, en cierta manera me crea una sensación agridulce. Pero si me lo tomo con humor, mi hija con solo 4 años dibuja y hace maquetas de ordenadores, tabletas y móviles con sus fundas correspondientes, para tener uno como el de Ama ;-). Espero que en un futuro esté orgullosa de aquello le yo le haya podido transmitir ( Pasión por lo que hago).

10 thoughts on “Las enseñanzas de la vida

  1. Me ha gustado mucho, mis abuelos tenian una pension y me recierda mucho a la historia de mi madre. Ella tampoco siguió con el negocio, decidió estudiar y allí conocio a mi padre.
    Me enorgullezco de el esfuerzo que supuso para ellos el negocio local y del que siempre hablan orgullosos.

  2. Estoy segura que todas tus enseñanzas le valdrán a tu hija, yo por distintas circunstancias llevo dos años pensando en los valores transmitidos y eso queda ahí, un besazo

  3. Cuando hay amor y cariño, los recuerdos de infancia son un lugar cálido al que volver en la memoria. Los tuyos, entre los fogones del restaurante de tus padres, han construido parte de tu yo actual. Y los que generas con tus hijos también serán un sitio al que ellos querrán regresar una y otra vez cuando el tiempo pase y necesiten sentir ese calorcito.
    Besotes!

  4. Me ha encantado tu post!!! Yo creo que los recuerdos bonitos de nuestra infancia crean poso y forman parte de nuestra personalidad porque son parte de nuestro aprendizaje de la vida, sin darnos cuenta pequeñas cosas del día a día son a veces las que más poso dejan, yo te diría que además del poso de nuestros padres también tenemos el poso de nuestros abuelos, al menos en mi caso. Y eso mismo les pasará a tus hijos, cuando sean adultos recordarán aquellos momentos o cosas aprendidas de ti, de su padre y de sus abuelos,estoy segura de ello. Un besazo guapetona!!!

  5. El CV se queda corto con todas las enseñanzas que uno adquiere mientras crece, cosas que aprendes por ósmosis, pero que al final te marcan mucho!

    Mi abuela también tenía un restaurante y soy la única nieta que no cocina – ni bien ni mal ni nada xD – pero por otro lado crecí entre diarios, revistas, imprentas, libros… y por eso soy la ingeniera con mejor ortografía de mi promoción 😛

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