Diez minutos faltaban para las nueve de la mañana cuando te dignaste a aparecer, después de tenerme 17 horas esperándote. Como verás eso es amor incondicional y lo demás tonterías. Después te pasaste 5 horas pegada a mí, lo que yo no sospechaba es que aquello iba a ser un preludio de tu tendencia a ser mi sombra noche y día. La veneración materna empezó justo en el momento en que me inyectaron la epidural y sospecho que desaparecerá a los 18, cuando otros ojos más intensos que los tuyos te maten con la mirada.